El balcón de mi casa es sagrado para mí. Todas las tardes me siento a reflexionar. Mientras reflexiono, te voy a ir explicando cómo soy y a dónde
voy…
Soy un viejo con muchos recuerdos buenos y no muy buenos. En toda esta vida tan maravillosa que Dios me ha regalado, pude encontrar cosas sorprendentes y
hasta un amigo. Amigo que hoy está descansando en paz, sin que nadie lo moleste. ¡Oh, ese día ya se puede ver con claridad! A veces lo trato de coger, pero se me escapa y me
dice:
—¡No es cuando tú quieras! ¡Sé que estás cansado de vivir, pero todavía no! Hay una historia que contar.
Entonces, me digo:
—Eso te pasa Tom, por apresurado.
Con el mismo amor y deseo que me sostuvo de pie, tomo asiento de nuevo y me quedo esperando que vengan por mí. Queridísimo lector, aquí te presento a John, mi
buen amigo.
Un día, John vino a mi casa con un grupo de niños que yo nunca había conocido. Con mucha cortesía, les digo:
—Con el permiso.
Le cogí la mano a John y lo saqué aparte.