9

Sólo esas fueron sus palabras y yo las terminé:

—Traicionándonos.

Luego miré a Manny.  Lo llamé, pero no se inmutó en moverse.  Parecía como si ya la muerte se lo hubiese tragado.  Dije entre mis pensamientos: “¡Qué afortunado eres!  La condenada no me llega a mí”.  Entonces le dije a Larry:

—Eres lo peor que se ha cruzado en mi camino.

Larry se rio y me dijo:

—Tú y yo estamos hechos de la misma basura.  Si no lo hacía yo, tú ibas a querer todo el dinero, ¿o no?

En verdad no sé de dónde saqué fuerzas, pero me reí a carcajadas.  Risa que se sentía como si un camión me pasara por encima.  Cuando al fin me puse serio, le confesé:

—Tienes razón, iba a jugárselas.  Pero la única diferencia era que yo te iba a enviar derechito al infierno y no ibas a coger tremenda paliza.  Gracias a ti mis planes se fueron al vacío.

—Lo ves, somos como los testículos del león, inseparables.  Unidos con el león hasta la muerte.

Y esas fueron las últimas palabras que tuve con Larry porque luego nos llevaron frente al hombre poderoso que íbamos a dejar en la ruina.  Nos sentaron en unas sillas de colegio.  La sala estaba llena de personas adineradas y frente a nosotros había cuatro capos sentados en sus tronos.  El del