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no dejaron ni que le diera tiempo de gritar.  Sus marrones se bañaron en los sesos de Larry y cuando al fin terminaron, me miraron con ganas de hacerme pedazos.  Pero el capo del sur les ordenó a tomar asiento y me gritó en la cara:

— ¿Ves lo que le hago a los malditos como tú?  ¿Ves por qué soy “The Demon”?  Nombre que tú cargas en tu asquerosa mano.  Un nombre que tú no deberías llevar.  Ahora pagarás tu grandísimo error con dolor.

Nuevamente, la audiencia comenzó a alborotarse y le pedían sangre.  Los escuchaba como dragones hambrientos que nunca se saciaban por sus estómagos grandes.  De repente, el capo bajó el dedo y me llevaron a una pequeña sala donde me estaba esperando un horno a todo vapor.  

Las llamas se podían ver desde lejos y el calentón ya acariciaba mi cuerpo.  Ahí supe del gran error que había cometido.  Ni siquiera las oraciones de mi madre harían apagar ese horno.  Por eso me marcharé de este mundo sin conocer la verdad del supuesto Dios ese.  Sé que fui malo, pero los hay peores como, por ejemplo, estos malvados que harían de mí una justicia que a ellos no les correspondía.  Bueno, ése es mi pensar.  Y si lo supiera, no me serviría de nada.  Si alguien me preguntara si la vida vale la pena ser el sujeto que fui, de inmediato respondería que no porque al final pagarás las consecuencias.  Si me voy al otro lado de la balanza con los buenos, eso sí que no se los podré responder.  Solamente les puedo dejar una referencia: “Según mi madre, hay un paraíso para cada uno con las promesas del supuesto Dios, ése del que ella habla.”  Así que ustedes tendrán que escoger de qué bando están porque luego no hay marcha atrás.   Las llamas hicieron su trabajo de siempre y terminaron conmigo.

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