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capo de capo; el socio de Bimbo, un personaje muy respetado, un sujeto sin escrúpulos, un hombre listo y astuto en sus negocios, pero un maldito imbécil que con todo el dinero que tenía, nunca instaló cámaras de vigilancia. Tampoco tenía hombres que le cubrieran la espalda. De seguro era otro que no quería llamar la atención y justamente eso era lo que yo le iba a dar, una muy buena atención.
Al llegar a la residencia, fuimos al grano. Mickey nos dejó en la ubicación exacta y luego fue a esperar la señal mía. Así podíamos entrar. Larry y yo teníamos que cruzar un pequeño monte para llegar a una montaña y después bajar hasta el final y cortar una verja. Más al frente, se cortaría otra de la misma y a varios minutos estaríamos adentro. Pero, todo eso se fue ajuste con mis bellos planes porque cuando llegamos a la montaña, el maldito de Larry me puso un rifle en la cabeza y al poco tiempo habló por su radio que traía escondido. El desgraciado me llevó al piso y al poco tiempo apareció el degenerado de “Pikachú”. Lo único que pude escuchar fue: “Buen trabajo, Larry”. Entonces me dieron con la culata en la nuca y me dejaron noqueado.
Al otro día, estaban los gritos que parecían fuegos artificiales en todo ese lugar. De seguro mis colegas no la estaban pasando bien. La tortura era la esclava en sus cuerpos. Me moví rápido hacia las rejas de acero y le grité a Larry que juraría acabar con su vida, pero esas palabras causaron una consecuencia que me gané por bocón porque apareció el “Pikachú” con varios hombres y me dieron una buena paliza.
Al poco tiempo ya tenía unas cadenas que fueron envueltas en mis manos atadas del techo y comenzaron a