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De momento se detuvo y caminó hacia afuera. Entonces me acordé de aquellas imágenes que una sola vez vi en la película de Jesús donde presentaron su cara y todo su cuerpo lastimado. En aquel entonces me reí y le dije a mi madre que no era para tanto, que no tenía que llorar por alguien que ni siquiera ve ni se siente; ni siquiera ayuda a las personas como dicen los cristianos.
Me reí sin fuerzas, sólo para mí y me dije entre dientes: “Si es verdad que existes, ven y líbrame de este gordo fastidioso”. Pero, no sucedió nada. “¿Ves que no eres tan poderoso como dicen? Yo soy más poderoso que Tú” me dije en mi mente y me desmayé.
Al día siguiente estábamos montados en la parte trasera de una van amarrados con cadenas como si fuéramos los peores seres humanos que existieran en la tierra. Los cuatro estábamos muy, pero muy lastimados y apestosos a orín y excremento ya que los miserables no fueron capaz de darnos un pequeño baño.
Sentí como la guagua se detuvo y al abrir las puertas nos arrojaron a la tierra. Miré al desgraciado de Larry. El miserable estaba completamente desbaratado y casi ni se movía. Sus ojos cerrados, su boca abierta besando la tierra. Volví a voltear mi cabeza y miré a Mickey y lo llamé. De inmediato abrió sus ojos con mucha dificultad. Me dio una sonrisa ciega. Sus dientes habían desaparecido y me dijo todo enredado, como si estuviera borracho:
—Te lo dije que Larry estaba…