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tenía y empezó a gritar y a querer romper las cadenas, pero todo fue inútil.

—Jajajaja yo soy el único que puedo ayudarte si me entregas tu alma y te garantizo que podrás vengarte de tus enemigos.

Aconteció ese día donde el conde le entregó su alma a la bestia y hubo un gran temblor en el pueblo y todas las calles se llenaron de tinieblas.  Muchos resistieron la peste de azufre que salía de la tierra, otros no pudieron y caían muertos.  Los animales empezaron a convertirse en bestias carnívoras.  Las cosechas se prendieron en fuego y los posos se secaron.  Todo se convirtió en un caos.  Don Diego tuvo mucho temor y mandó a llamar a los que leían a las estrellas y las profecías.  Ellos se encargaron de ponerlo al tanto.  

Le contaron sobre una profecía que había hecho un mago hace décadas atrás.  Pero Don Diego no creyó y mandó a ver si el conde seguía con vida. Cuando los guardias llegaron, vieron la puerta rota.  Aun así, no tuvieron miedo y decidieron entrar con sus manos puestas en sus narices.  Vieron que el conde no estaba.  Luego, de la nada, una risa se apoderó del calabozo.  Ambos hombres salieron corriendo, pero la suerte no acompañó a uno de ellos porque el conde le arrancó su cabeza y mientras el otro corría, miraba a su compañero como era devorado por las manos del conde.

El guardia llegó a la presencia de Don Diego todo fatigado y nervioso.  Don Diego lo miró asombrado y a la misma vez asustado porque sabía la respuesta que iba a salir de la boca de su guardia y decidió preguntarle primero.