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—Pero sabes, yo estoy cansado de escapármeles a estas sabandijas.  Todos son unos inútiles y te voy a demostrar que el tal Jeffrey no es más rápido que yo. 

Walter salió de su escondite y cabalgó hasta el pueblo y la gente al verlo tuvieron mucho miedo y se escondieron en sus casas.  Y es que era de suponerse.  La reputación que llevaba el joven Walter era fuerte.  A tan corta edad había asaltado bancos, había asesinado a un funcionario del gobierno y hasta una familia que lo delató.  Mientras el joven rubio se paseaba en su caballo negro aquel niño que ayudó al Jeffrey se le acercó y le dijo:

—Walter, eres una porquería de sujeto.

—¿Quién dice eso escuincle?

—El señor Jeffrey.

 Llegando al salón se desmontó de su caballo y dejando una nube de humo decidió entrar al salón. Inmediatamente, los curiosos lo observaron con miradas de asombro.  Walter sacó sus dos revólveres y abrió fuego sin decir una sola palabra.  Todos cayeron menos el bar tender que estaba entremedio de los muertos con una jarra de cerveza en su mano.

—¿Crees que el estúpido de Jeffrey es más rápido?

Pero el hombre se quedó callado y sólo hizo el gesto de negación con su cabeza.