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todos ellos.  Los demás, al escuchar los disparos, salieron del salón asombrados de espantos. Jeffrey volteó al hombre y le preguntó por su asesino.

—No conozco a ese personaje —dijo el hombre atemorizado.

—Cómo no vas a saber, si todos ustedes los bandidos se conocen.

—Vuelvo y le repito, no lo conozco y además no soy un bandido.

—A no... Entonces explícame cómo llevas esa marca en tu cara, porque supongo que tu madre no te la hizo el día que naciste.

—Eso fue en un atraco que me hicieron.

—A ok, ya entiendo el angelito que eres.

Terminando sus palabras le causó un disparo en la nuca y luego fue donde el bar tender y le dio una paga razonable para que le avisara cuándo el prófugo apareciera...

Los días en el pueblo estaban tensos.  La gente hablaba de lo ocurrido en el salón de Hugo.  Hablaban del Jeffrey y de su sangre fría.  De cómo había despachado al otro mundo a los hombres de los pueblos cercanos y esos mismos rumores le habían llegado al joven rubio Walter... 

—Y, ¿qué más dicen de la rata de Jeffrey?

—Que es demasiado rápido con sus pistolas.