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—Hombre esa se las cobro, pero a su tiempo y por Larry, no te preocupes. Él sabe que si planifica una traición y nos damos cuenta lo ponemos adentro de un ataúd vivito.
Mickey sacó el dinero y se lo entregó a Larry, el cual había aparecido justamente cuando dije mis últimas palabras.
Las horas pasaron y la hora verdadera había llegado. Manny apareció con los juguetes. Había traído unos rifles de asalto AK-47 y varios 9mm. Aparte de eso, nos suplió un bulto pequeño a cada uno con suficiente munición por si la policía asomaba sus narices. Manny regresó al punto B. Se encargaría de sacarnos de la ciudad. Era el mejor conductor, por eso le tuve que rogar para que se uniera a nosotros.
Manny era un conductor profesional, pero su carrera se fue al vacío cuando enfrentó una terrible situación donde su esposa y su hijo perdieron la vida en un accidente automovilístico. El impacto había sido tan duro en su vida que calló en las drogas donde se refugió por largos años y como el destino es tan y tan maravilloso, calló en las manos de Bimbo, quien lo sacó del hoyo. Al Bimbo morir, se volvió a descontrolar y ahí tomé las cartas en el asunto. Nuevamente, lo limpié y lo presenté al mundo de nuevo.
Manny era trigueño con ojos verdes, de cuerpo muy fuerte y de cara muy débil. Por lo menos eso pintaba la primera vez que lo conocí. Por lo visto, los años no lo ayudaron porque seguía con la cara de tonto.
La noche estaba a nuestro favor. Daba ese resplandor que justamente necesitábamos para adentrarnos a la casa del