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Pascual Gutiérrez gozaba de una vida digna y lujosa de carros del año, ropa de última moda, prendas de todos los estilos, una casa grandísima, y una hermosa familia.  O sea, Pascual era el abogado perfecto.

Su hija estudiaba en el mejor colegio de California.  Su esposa era otra abogada de alto calibre que trabajaba para el gobierno...  Pero, todo no podía ser perfecto, claro está.  

Un día Pascual estaba en un club con sus amigos y le apareció su hermoso y delicado pasado frente a sus ojos con una sonrisa en su miserable cara.  Pascual se quedó por unos segundos frisado, no pudo creerlo.  Ahí estaba Nemesio, su hermano menor, su pesadilla, su rompe cabeza, su dolor de muela. Él era eso y mucho más...

—¿Es que no me vas a dar un abrazo? — preguntó extendiendo sus brazos.

—Jajajaja demonios Nemesio, qué cambio has dado. —Expresó luego de un trago—. ¿Cuándo saliste?

—Vamos Pascual dejémonos dé hipocresías —le afirmó con sus cejas inclinadas—.  Porque sé que a ti no te da nada de gusto verme la cara.

—Hombre como vas a decir una cosa así si tú eres mi hermanito del alma.