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—No me digas eso que me dan ganas de llorar... Hipócrita ni una sola vez fuiste a verme a la prisión. 

—Nemesio, la distancia y el mucho trabajo, ya sabes.  Pero dime, ¿para que soy bueno?

—Para nada. maldito imbécil, Sólo vengo a recordarte que estoy de vuelta y lo más importante, limpio.  Así que quiero mi dinero.

—Jajajaja... no tienes absolutamente nada.  Tu dinero se fue en los fiscales, abogados, y sobre todo en el juez.  ¿Por qué crees que te dieron una triste sentencia de 10 años?  Así que lo siento, pero si estás de vuelta y limpio como dices, trata de buscarte un trabajo honrado para que esta vez no te den cadena perpetua. 

Cuando Nemesio salió afuera del club, sintió un alivio inmenso.  Su rabia pudo ser controlada por él mismo.  No necesitaba medicamento de ninguna clase como los que le daban en prisión y mucho menos un siquiatra, simplemente jugó con su hermano porque él sabía que su hermano no había hecho ni el mínimo esfuerzo por sobornar al gabinete del tribunal, sólo fingió como el gran miserable que siempre fue.

Pero el destino de la vida se iba a encargar de cobrarle todo el mal que él les había hecho a Nemesio y de seguro a personas que habrían depositado su confianza en él para luego ser torturado mentalmente en una prisión de máxima seguridad.

Siguió caminando hasta llegar a una estación de taxis.  Allí sacó un papel y se lo entregó al gordo que atendía en la oficina. Le pidió que lo llevaran a esa dirección. El gordo afirmó con su cabeza y al par de minutos apareció el taxi que lo llevaría a casa de su amigo