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—¿Quiénes son esos niños? —le pregunté a 

John.

—Son nuevos aquí y, además, todos son hermanos y necesitan amigos.

Después de varios segundos, me acerco a ellos y me presento con mucha cortesía, como mis padres me enseñaron.  

Luego, moviéndonos de mi casa, nos dirigimos hacia un bosque que había cerca de mi hogar.  Ese día caminamos sin parar.  Íbamos callados escuchando los cánticos de los pájaros.  Y la brisa que soplaba duro haciendo que los árboles resonaran como las cascadas rugientes de un río.  De repente, uno de los niños le dice a John:

—Estoy cansado, John.

John se dirige a mí y me comenta:

—Tom, descansemos un rato.  Éstos están cansados.

El menor, llamado Bryan, me dice:

—Queremos volver a casa.

Yo suspiro y le replico:

—Bryan, no puedes rendirte ahora.  Estamos cerca de ver el paraíso.

Bryan me pregunta: